10.2.05

New York, New York

Hoy en día las grandes capitales del planeta son iguales, arquitectura más o menos. Buenos Aires se parece a New York, a Bangkok y a Tel Aviv. Es decir, la gente se parece. La vida de una metrópolis es una suerte de patria (donde todos residen porque se sienten cómodos). En los 90 nadie extrañaría Buenos Aires en el exilio. Hoy por hoy se consiguen dulce de leche y yerba mate en los supermercados, tango y folklore en las disquerías, en todo el mundo. Pero sí, claro, podrías extrañar a muerte a Salta, a San Juan o a Rosario, si sos de allá. El habitante de Buenos Aires, como la de cualquier otra capital del mundo, no tiene tiempo para pensar en nada más que en sobrevivir. Por eso no le importan las realidades del interior del país, y por eso los medios de comunicación no se hacen eco de aquello; la imagen que se tiene de Salta, por ejemplo, es la típica figura del coya con su hijito al hombro, hundido en el sol de las jujeñas callecitas de La Quiaca. Se muestra esa supuesta realidad como algo curioso, que los turistas pueden apreciar si deciden morirse de calor en sus vacaciones. El interior argentino, para Buenos Aires, es como Ruanda o las culturas neozelandesas. Lejos, sacrificado, caro, para espíritus aventureros o locos.

No hay comentarios.: