4.3.05

Padre Nuestro 4

—Padre Nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino. Hágase tu Voluntad...
—Aloooo.
—Ahí estás, viejo de mierda. Siempre tan cancherito.
—Soltá que no tengo tiempo.
—Te descubrí, cabrón. Nos mentiste durante miles de años, pero a mí no me jodés más. Nos tenés a todos convencidos de que sos una cosa inalcanzable, una masa energética, un pedo cósmico. ¿Y si estuvieras por aquí nomás, caminando entre nosotros, carne y sangre y huesos, riéndote bajo el disfraz? A ver, desmentilo.
—¡BWHAHAHA! Si esa burrada fuera cierta, ¿qué?
—Vos tenés poder, pero nosotros somos muchos. Te caeríamos encima hasta hacerte pedazos. Y te comeríamos, claro. Nosotros te amamos.

3.3.05

Lejos

Quisiera saber si está bien. Si está, en alguna parte, aunque sea lejos. Quisiera tener la certeza de que me ve, de que nos ve, que desde alguna manera ella puede alcanzarnos, a mí, a nuestros hijos. Que puede saber que estamos bien.
Que la extrañamos. Que Zoe la llama todo el tiempo. Que Jero la piensa. Que yo me estoy consumiendo, pero fiel a mi promesa no puedo seguirla.
A medida que pasaba el tiempo, dudábamos. No podíamos saber hasta dónde llegaban nuestras fuerzas, hasta qué extremo podíamos tirar sin rompernos en pedazos. Mientras la enfermedad nos mataba, a mí y a ella, peléabamos. Pero éramos dos.
Ahora es tan difícil. Me consolaría saber que ella existe, no su cuerpo, hoy un montoncito de cenizas en una pirámide sepultada lejos de aquí, sino su alma. Eso que sé que tenemos; sé que tenemos, sí, porque es lo que me duele. ¿Qué puede ser, sino?
—Prometeme —le pedí una noche, sin poder contener más las malditas lágrimas.
—Te lo prometo —me contestó, con un hilo de voz que se alejaba por el agotamiento—. Si hay algo, si existe algo allá adonde voy, yo siempre voy a ser un ángel para ustedes.
Malvina, ojalá. Ojalá haya algo.
Ojalá estés, en alguna parte, aunque sea lejos.