8.2.05

Neurona 1

Caminamos por los suburbios del barrio. Hay un cine amarillo en una esquina, sobre el baldío. Unas letras enormes, rojas, dicen APOLO. Esta noche pasan una cinta vieja, pero no menos atractiva. La cartelera evoca murmullos y caricias de otros tiempos, de diez años atrás. Deep Throat, Garganta profunda. ¿Cómo hacer para evadir esos cuatro o cinco inviernos que nos faltan para los dieciocho? Se podría intentar la entrada, de todas formas. Pero ya se hizo antes, y con malos resultados.
El consuelo es rodear el cine y escabullirse entre los matorrales secos del baldío. Junto a la puerta trasera suelen encontrarse restos de cinta, breves trozos de tiempo en una secuencia inmóvil. Las partes que no pasan la tijera del censor. Y miramos sonrientes los diminutos cuerpecitos amontonados en un centímetro de celuloide. A la semana siguiente, cuando ya tenemos el valor suficiente, la parroquia logra clausurar el cine, por enésima vez.

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