8.2.05

El arte de resignarse

El arte de resignarse a la mediocridad intelectual debe ser acuñado con tenacidad y esmero, intentando idiotizarse hasta un nivel por sobre la media general, de todas formas, y aunque la high society o el stablishment digan lo contrario.
Yo lo conseguí, caracho, porque casi abandoné la lectura y la lucidez que brinda el fluir manso del tiempo, cambiándolos por horas largas de embrutecedora virtualidad, video y sonido electrónico, inmensas aventuras gráficas, interminables batallas contra el Imperio de Darth Vader, sempiternos paréntesis de nada en un mundo de nada, con nada en las manos más que un ratón que, para colmo, es de plástico y tiene empastada la bolita.
El alimento de los dioses, el libro, casi ha dejado de servirme de almohada. Al caer la noche yo caigo con ella, y con mayor estrépito. A veces leo un poco la Axxón, pero fundamentalmente en el laburo, durante el tiempo muerto de impresión o cuando el gato no está. Luego, me vuelvo hacia la pared blanca que rodea mi cerebro, y contemplo la nada, y pienso en nada.

Noviembre 21, 1994

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