5.2.05

Mi esposa

Malvina falleció de cáncer el 22 de noviembre de 2004, tras luchar durante dos años con la enfermedad. Yo la amaba. La amo, todavía. Tengo dos hijos, de 4 años el varón, de 2 años la nena. Son hermosos; insoportables, pero hermosos.

En todo este tiempo lo he pasado mal. El cáncer apareció con seis meses de embarazo, cuando yo no tenía un peso, ni siquiera techo ni obra social (como ahora). Hubo que hacer nacer en forma prematura a mi hija para iniciar con los tratamientos. Los tratamientos fueron con radioterapia, y fracasaron; fueron el peor error. Al regresar los tumores, seis meses después de darla por "curada", la única salida para la medicina convencional era una cirugía devastadora, a la que ella en principio aceptó, por sus hijos, pero tras pensarlo un tiempo acabó por negarse. Imaginen mi desesperación. Busqué, busqué con todas mis fuerzas otra manera.

Pueda parecer ridículo, pero encontré la cura. Sí, encontré la cura para el cáncer, nada menos, aunque suene a ficción como en los Expedientes X. El cáncer se cura, pero no con los métodos convencionales. Sin embargo, revelar la forma no bastó para salvar a mi mujer, en parte debido a los daños provocados por la radioterapia, en parte porque tenía uno de los carcinomas más destructivos, letales. Igual sirvió para prolongar durante un año su vida, más allá de toda expectativa médica.

Fue un año importante. Nuestro año de oro, como suelo llamarlo. En ese tiempo ella pudo ver que yo me recuperaba, laboralmente hablando, al asumir la dirección de dos revistas de México, y que nuestra pequeñita salía de un gravísimo problema: a los 6 meses fue diagnosticada con Sindrome de West, un tipo de epilepsia muy grave. En teoría la enfermedad de mi hija no tuvo que ver con el cáncer de su mamá... aunque entonces hay que pensar en una tragedia más grande en nuestra familia, fruto del azar. Era increíble. Ya no importa. Mi hija está bien ahora, se recupera y es muy probable que quede normal.

Malvina luchó con optimismo, y mucha, mucha valentía, hasta el último minuto en que perdió la conciencia. Fue ella quien decidió morir, cuando se dio cuenta que no se podía más. Por eso y por muchas cosas, por esos 24 meses de horror y de esperanza, yo la admiro como a nadie. Me pidió que la acompañara en su decisión, y ese fue uno de los momentos más difíciles de mi vida. Desde ese día hasta el momento de fallecer, hablamos mucho, nos despedimos, nos quisimos, nos organizamos, recordamos los mejores momentos de nuestros 10 años juntos. Vio a sus amigos y sus hijos por última vez, despidiéndose como si apenas estuviera yéndose de viaje. Pocas veces la vi llorar. Era fuerte. Y antes de irse, me prometió que si allá arriba hay algo de verdad, siempre sería un ángel para nosotros. Como se imaginarán, hay mucho dolor todavía en mí, pero lo estoy superando día a día. Ya todo terminó, de alguna manera.

Esta es mi historia. Espero algún día recordarla sin dolor, sin temor. Todo esto me hizo enfrentar la vida con la muerte. Hice todo lo que pude, lo que estaba a mi alcance y quizás hasta un poco más. Y entonces, claro, el mensaje, nítido, cliché, pero auténtico: no es posible rendirse, jamás.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi amigo Dan:

Tanto pampeta como yo hemos visto todo el progreso de la enfermedad de Malvina y vimos tus esfuerzos para tratar de lograr la cura o al menos que viva con dignidad. Creo que siempre te lo hemos dicho con pampe, nunca dudes que hiciste todo lo posible y aún mucho más. Has peleado contra ese maldito tumor hasta el límite de tus fuerzas y si bien no pudiste vencerlo en el sentido estricto de la palabra, tu esposa vio que luchabas hasta el fin y vió que habías demostrado tu amor por ella al 200%. Es por eso que tu corazón y tu alma tienen que estar en paz...porque ella también lo está.
Sabes mico que te queremos mucho y que siempre puedes contar con nosotros para lo que sea...solo tienes que levantar el teléfono, discar un par de números y ahí estaremos para ti.
Admiro tu valentía para contar lo que pasó porque significa que lo estás asumiendo y quieres compartirlo con nosotros.
Perdon si no puedo seguir escribiendo, pero me has conmovido mucho.

Te queremos mucho

Pablo y Noelia.

Anónimo dijo...

NO puedo expresar lo que me inspiran tus palabras. Una inmensa solidaridad e impotencia por no poder estar mas cerca apoyandote y un mensaje por perdidas propias que aun no supero. Dan, me duele profundamente tu dolor, y me ilumiuna el alma tu entereza. Me desarma pensar en agradecerte que hayas compartido eso, pero es lo que me nace. Gracias.

Divina dijo...

Llegué aquí por una reflexión del Tio Joe, he leído hasta ahora tu primer y último post de este espacio, espero pronto leer más de tus letras en un nuevo proceso, la forma en que escribes me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Impresionante sencillez con la que logras transmitir la energia de la emoción en su estado más puro. Tus palabras tienen vida en sí mismas. Nada que decir. Tanto así que más que leer sobre tu historia, es como sentirla. Un abrazo.